Han sido días complicados para el movimiento de extrema derecha de Brasil y su líder, el expresidente Jair Bolsonaro.
En primer lugar, un partidario de Bolsonaro se inmoló cerca del Supremo Tribunal del país, un organismo que muchos miembros de la derecha consideran como su enemigo, en un atentado terrorista que la policía atribuyó al extremismo político.
Días después, las autoridades acusaron a miembros de una unidad militar de élite —incluido un exasesor de Bolsonaro— de planificar el asesinato de Luiz Inácio Lula da Silva, semanas antes de que asumiera la presidencia. El plan, según dijo la policía, se imprimió en las oficinas presidenciales mientras Bolsonaro estaba en el edificio, según un informe policial revisado por The New York Times.
Ahora, la policía solicita cargos penales contra el propio Bolsonaro, junto con tres decenas de sus aliados, por un amplio complot para dar un golpe de Estado que lo mantuviera en el poder tras perder las elecciones presidenciales de 2022 frente a Lula.
Los dramáticos acontecimientos, que se desarrollaron a lo largo de ocho días, han ensombrecido al movimiento que Bolsonaro movilizó cuando ascendió al poder, consolidándolo como presidente y que continuó desarrollando tras su ajustada derrota en las urnas.
The New York Times